La sombría previsión del Secretario General de las Naciones Unidas de 300 años de espera para alcanzar la igualdad de género subraya las inmensas barreras estructurales a las que se enfrentan las mujeres. Sin embargo, en el Foro de Diálogo Global del KAICIID, celebrado en mayo, las mujeres líderes mostraron su determinación para impulsar el cambio ahora.
Juntas, las panelistas aportaron una amplia gama de conocimientos sobre temas como la consolidación de la paz, la reducción de la pobreza, los derechos del niño y la planificación urbana inclusiva. Cada una de ellas destacó el poder del diálogo interreligioso para acelerar un futuro más equitativo a pesar de las adversidades.
Las mujeres como agentes del cambio
Aunque hay pruebas abrumadoras de que la participación de la mujer en los procesos de paz es fundamental para acabar con la violencia, las mujeres siguen representando una pequeña minoría en las mesas de negociación a escala mundial, señaló Graça Machel, política y humanitaria mozambiqueña, durante su discurso de apertura del Foro.
Sin embargo, incluso en minoría, están impulsando cambios notables. Machel se refirió a Liberia, donde mujeres de diversos orígenes religiosos y sociales se unieron para exigir el fin de la guerra civil. Su incesante defensa fue decisiva para lograr la paz y condujo a la elección de la primera mujer presidenta de África, Ellen Johnson Sirleaf.
«La participación de las mujeres reconfiguró la gobernanza y contribuyó a una paz duradera», subrayó Machel. Estas historias no son sólo inspiradoras, añade, sino que son modelos de cómo el liderazgo de las mujeres puede transformar las sociedades.»
En 2008, Machel formó parte de las intensas negociaciones que sucedieron a lo largo de 42 días en Kenia que pretendían poner fin al conflicto postelectoral. Como única mujer en un papel de mediadora principal, Machel abogó sin descanso por la inclusión de la perspectiva de género en el proceso de negociación, insistiendo en que las mujeres estuvieran representadas en las delegaciones formales de cada una de las partes en el proceso de negociación.
«Fuimos inflexibles en nuestra intencionalidad y nuestro compromiso con la inclusión de la perspectiva de género en nuestro proceso de mediación, tanto en la participación de las mujeres como en la representación de los temas que son importantes para ellas, pues sabíamos que el impacto del avance de la igualdad de género se extendería más allá del proceso del acuerdo de paz», declaró Machel.
Promover la dignidad humana y la igualdad
Otra destacada constructora de la paz, Miriam Ferrer, compartió su propia labor fundamental en el proceso de paz de Filipinas, que puso de relieve cómo las mujeres pueden promover la dignidad humana y la igualdad a través del diálogo interreligioso.
Ferrer desempeñó un papel decisivo en la negociación del Acuerdo General sobre el Bangsamoro, que puso fin a 40 años de conflicto armado. Aunque el conflicto no era estrictamente religioso, existía una desconfianza mutua entre el Estado católico filipino y el Frente Moro de Liberación musulmán, explicó Ferrer. «Había discriminación social contra la población musulmana».
Su enfoque integrador, que incluía el diálogo con líderes religiosos y comunidades indígenas, fue crucial para fomentar el respeto mutuo y abordar los temores.
Desde entonces, Ferrer ha participado en procesos de paz en Europa del Este, Afganistán y Tailandia. No obstante, coincide con Machel en que no hay suficientes mujeres en la mesa de negociación y que esto tiene que cambiar. «Hay que hacer un esfuerzo cada vez mayor para que un mayor número de comunidades afectadas, incluidas las mujeres, participen en estos mecanismos a través de enfoques creativos. Por desgracia, este cambio sólo se producirá si los propios líderes gubernamentales cambian de mentalidad».
Inclusión y construcción comunitaria
El trabajo de Machel y Ferrer nunca ha sido tan crítico como ahora que el mundo se enfrenta al mayor número de conflictos violentos desde la Segunda Guerra Mundial. Junto con la intensificación de los efectos del cambio climático, se calcula que el número de desplazados forzosos en todo el mundo alcanzará los 130 millones en 2024, una cifra sin precedentes en la actualidad.
Muchas personas que huyen de las crisis humanitarias se trasladan rápidamente a pueblos y ciudades, donde suelen tener más posibilidades de ganarse la vida. Sin embargo, también pueden enfrentarse a un acceso limitado a la vivienda, la atención sanitaria y los empleos mejor remunerados, lo que puede exacerbar las tensiones intercomunitarias y conducir al aislamiento.
La Dra. Katherine Marshall dirige el Foro Interreligioso del G20, que garantiza que las voces religiosas sean socios integrales en los esfuerzos de ayuda humanitaria y en las agendas de desarrollo global. En el Foro de Diálogo Mundial, pidió más inclusión en la planificación urbana para evitar la discriminación. Marshall destacó el modelo de Singapur, que exige la diversidad en los edificios de apartamentos, como un método eficaz para fomentar la inclusión. «Trata de garantizar que la gente no gravite sólo hacia los suyos», explicó.
Marshall contrastó este modelo con las prácticas históricas de redlining en las ciudades estadounidenses, que perpetuaban la segregación basada en la discriminación. «Los anuncios de viviendas restringían a los grupos raciales», dijo, señalando que esta práctica es ahora ilegal. «Sin embargo, lo preocupante es que muchos de esos modelos persisten».
La Dra. Kezevino Aram, Directora de Shanti Ashram y Presidente del Consejo Internacional de Educación Ética para los Niños de Arigatou International, coincidió con Marshall en la importancia de crear espacios urbanos integradores. «Si queremos crear la ciudad como un espacio armonioso, el medio sería comprometernos a que fueran espacios inclusivos, como un espacio compartido por todos», afirmó. Destacó el papel fundamental del diálogo para abordar las múltiples crisis a las que se enfrentan las ciudades, como la inseguridad alimentaria, los conflictos y las divisiones políticas.
Sin embargo, afirma que muchas de nuestras comunidades nunca han sido tan desiguales, especialmente en su país natal, India. «Los mismos 41 grados o 40 grados significan cosas diferentes para personas diferentes», dijo Aram, señalando que algunas comunidades carecen de acceso a la distribución de agua y energía para combatir las mortales olas de calor. «Un valor religioso fundamental es la dignidad de todo ser humano, que debe reflejarse en el diseño de las ciudades y los espacios públicos».
Pero para ello, añade Marshall, las políticas deben promover tanto la integración económica como la social. «Una política que sólo se ocupe de la pobreza no obtendrá apoyo político; necesitamos una integración más amplia en todas las comunidades», afirma. Ahí es donde entra en juego la religión, añade Marshall, señalando que un tema común a todas las tradiciones religiosas es la atención a los vulnerables. «La preocupación común por los que se quedan atrás es uno de los muchos significados de la inclusión: pueden ser los pobres, pero también otros grupos».
Diálogo inclusivo y participativo
Sin embargo, para impulsar un cambio integrador y transformador, es necesario dotar a más líderes, incluidas las mujeres, de aptitudes para el diálogo interreligioso. «Los seres humanos se ven a menudo enturbiados por formas de prejuicio que surgen de distinciones dentro y fuera del grupo basadas en el género, la raza, la etnia, la clase, la casta, la tribu, la religión y otras características», afirmó Bani Dugal, Representante Principal de la Comunidad Internacional Bahá'í ante la ONU. La promoción de una cultura de la dignidad que incluya a los grupos tradicionalmente marginados, añadió, requiere un esfuerzo consciente para superar la discriminación.
Además, subrayó que respetar la dignidad inherente a cada persona no sólo es crucial para un diálogo interreligioso eficaz, sino que también es fundamental para lograr una paz sostenible, construir ciudades inclusivas y hacer frente a crisis mundiales como el cambio climático.
Machel afirma que las mujeres líderes luchan incansablemente por esta causa de justicia e igualdad basada en la dignidad humana.
«Como nos enseñan las mujeres africanas de las que he hablado, debemos reunir el coraje necesario para superar nuestras diferencias y ser capaces de abrir los puños cerrados y extender las manos del diálogo en beneficio de nuestras comunidades y naciones», afirmó. «La diversidad de nuestras culturas, razas y orígenes étnicos, así como nuestras distintas inclinaciones religiosas y políticas, son puntos fuertes que nos enriquecen como familia humana».